EL SENYOR REI

El Rei vestia, faldons, corona

mes… LA GRANDESA

no es ven ni es compra.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Vivia al cim d’una muntanya … pous, arbres, terres, tot era seu.

De tradicions velles i arcaiques … De qui parlam? Del senyor Rei !

Tenia el Rei cavalls, espases … pel seu maneig poc interès.

Les arques plenes i redolaven … monedes d’or pel seu castell.

I estona feia no les comptava … perquè ell tenia de tot i més.

Fort maldecap quan cavil·lava … Com no estar trist al vell castell !

“No som feliç, ser ric no em basta … Vull que m’estimi la meva gent”

I entre mals sons es despertava … “No tenc excuses som un mal Rei!”

. . . . . . . . . . . . . . . .

Res del que feia no li agradava … i adolorí de cap a peus.

Cap malaltia, ni una trobada … Potser tristor, té el senyor Rei ?

Provà el Rei de lluitar amb ganes … sentir-se part compartint béns

d’aquell país que ell estimava … i obrí les portes del seu castell.

I fet el canvi ja sembla un altre … es calça botes, cint i capell.

Somriu content i alegre canta* … rere els merlets del vell castell.

I ara és feliç, tothom l’aclama … com un heroi, perquè és valent.

GRANDESA en té qui bé la guanya !

“Visca, i per molts d’anys, GRAN SENYOR REI!”

I el REI encara com nin escolta

tant li agrada el reial conte.

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* (Cançó) 

Dins el meu cor ja sent

nova llum / nova claror / la vida mia

nova llum / nova claror / la vida mia / la vida amor.

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TIEMPO ATRÁS

Margarita se levantó lentamente y se acercó a la ventana, retiró la cortina para iluminar la habitación donde los rayos del sol se filtraban a través de los cristales que sin tapujos y con airoso poderío anunciaban un día nítido. Dio una vuelta completa analizando la estancia y luego contempló el vaivén de las olas que, a lo lejos, con sus tradicionales bucles de espuma, embellecían el mar. Y por más que se esforzó en abrir el cristal, este se le resistió impidiendo la entrada de la brisa marina, dejando sólo al sol que se infiltrase entre los finos barrotes del acristalado y hermético ventanuco.

“Estoy en una celda, pero… ¿por qué?”.

No recordaba nada y su mente yacía en blanco y sus manos, adormiladas, carecían de toda fuerza vital. Se miró en el espejo y ni su cara ni su cuerpo delataban golpes o heridas. Entonces, ¿qué hacía ella allí entre cuatro paredes encerradas y sin nadie que pudiera responder a las preguntas que se hacía a sí misma? Entonces, el chasquido de una llave abriendo la puerta la mantuvo en pie erguida, dando paso a un hombre de aspecto extranjero que, al llamarla por su nombre con tanta familiaridad, la dejó perpleja, lo cual parecía muy extraño cuando ella no lo conocía de nada.

El rostro del visitante palideció al notar la mirada gélida y ausente con la cual fue recibido, dispuesto a contarle parte de lo sucedido. Y optó por callarse. Al no verse con fuerzas se limitó a preguntar por su salud y así, incapaz de seguir hablando, se despidió con un “hasta luego”. Y al cerrarse la puerta pensó “O quizás hasta nunca”.

Martin se fue llorando; el médico ya se lo había dicho bien claro: “Su memoria ha borrado sus últimos años de vida, y en ellos aparecías tú con Isabel, su madre, que al fallecer en el accidente y no querer recordarlo se aferra a la negación emocional del inconsciente”.

Tiempo atrás, y con pocos años de casado, un día paseando por el parque, al encontrarse con unas amigas Margarita los presentó diciendo: “Mi madre y mi padre”. Era evidente que para Martin la hija de Isabel, aquella niña dulce y cariñosa, fue y seria siempre su hija y como tal todo cuanto poseía sería para ella. Siendo muy joven supo que nunca podría ser padre biológico, pero la vida le hizo un gran regalo y ahora descubría lo que era ser padre de verdad ante la adversidad, después de la muerte en accidente de tráfico de su esposa y la pérdida de memoria de los últimos años de su hija y, aunque el dolor lo sumergió en una fuerte depresión, debía de seguir luchando.

Al llegar a casa de tía María se encontró que había llegado de Berlín Lucía, la hermana de Isabel, un año más joven. Eran tan parecidas entre sí que de niñas las tomaban por gemelas. Se abrazaron llorando los dos, cuando, al separarse, un escalofrío recorrió el cuerpo de Martin al ver a su cuñada, pues por un momento le pareció haber tenido entre sus brazos a Isabel y no a Lucía, como era el caso, quedando aturdido. Hablaron de mil cosas de las que la más importante era el estado de salud de Margarita y del rechazo que sufría por parte de su sobrina al no reconocerlo a él como su padre. Porque fue durante los últimos quince años quien junto a su madre la cuidó como a una hija.

Lucía se casó con un médico alemán residente en Berlín, donde vivió durante ocho años, y hacía dos años que se habían divorciado; sólo el trabajo la mantenía lejos. Después de finalizar su contrato el deseo de volver a la isla fue creciendo y, sin más dilación, regresó para estar con su familia y poder ayudar en lo posible a su sobrina.

Hizo partícipe a Martin de lo que tenía pensado hacer. Al ser ella psicóloga y estar al tanto de lo que ocurría por parte de tía María, quería ayudar a Margarita a salir de la oscuridad y le pidió que pospusiera el viaje. Para que recordara los sitios que habían visitado juntos, de momento en Mallorca, luego ya verían si era necesaria su presencia en otros lugares. “Hazte un itinerario, lo más parecido posible de lo que pudo suceder, preguntas, anécdotas y de alguna que otra gracia donde os reísteis, sobre todo por la dificultad en el idioma que por aquel entonces aun no dominabas”. Martin asintió.

Isabel le había contado lo gracioso que era Martin hablando castellano, sobre todo mezclando en su lenguaje alguna que otra palabra en mallorquín; cosa que le hacía mucha gracia a Margarita que no paraba de reírse. La risa de su hija era tan contagiosa como la aureola de felicidad que se respiraba a su alrededor al estar con Martin. Y era él quien llenaba el vacío que le dejó su padre al morir, con apenas dos años, y aunque ella mantenía vivo su recuerdo y le contaba cómo le cantaba para dormirla era para que no olvidara de como la quería y aun así no impidió que deseara tener un padre.

Por eso, cuando se conocieron, Margarita buscaba la bufanda que se le había caído en unos grandes almacenes y Martin que subía por las escaleras mecánicas la recogió del suelo en la planta infantil. Al ver a una niña que parecía haber perdido algo se acercó ofreciéndole lo que había encontrado, que sin duda era de ella. Cuando de pronto una mujer atolondrada, se les acercó. “¡Mamá! este señor ha encontrado la bufanda que se me había caído” “Mi nombre es Martin” “Yo me llamo Isabel y mi hija… Margarita”

Al no hablar español Martin, hablaron en inglés, Este le contó parte de su vida, que había nacido en California y tiempo atrás estuvo en la base americana del Puig Major en Mallorca. Isabel le contó que se quedó viuda y que perdonara a su hija porque su deseo era tener un padre, que se lo pedía a Santa Claus y a los Reyes Magos, a lo que le respondió Martin: “Bueno, yo también siempre he deseado tener una hija, aunque desde un tiempo a esta parte, mis deseos no se dan por aludidos”

Martin era un hombre bello y sus ojos azul celeste eran dos zafiros luminosos, cuyos destellos enamoraban a las chicas, al verse en los ojos acaramelados de Isabel, que celosamente custodiaban unas negras y largas pestañas, tuvo que cerrar los ojos y al abrirlos tenía ante sí a la mujer más bella del mundo y a su dulce hija sonriéndole. Aquella noche le costó conciliar el sueño, aun le sonaba al oído la melodiosa voz de Isabel. Se levantó y se apresuró a llamarla temiendo de no llegar a tiempo para verla de nuevo; le bastó el embrujo de una mirada para saber que le hechizó al igual que su hija. Cambiaría en su vida el rumbo, sólo pensar en volver a verla, hacia la felicidad. 

Si la tristeza te impide dormir, la euforia te invita a soñar despierto, y Martin era feliz. Tanto que invocó a Cupido dejándole bien claro cuál era su cometido: si su corazón latía encendido de pasión era evidente que en él había prendido la llama del amor y que anhelaba una compañera para proseguir explorando nuevos y lejanos horizontes.  “Yo nada perdí, y aunque no busqué amor encontré, amor presentí y… amor conseguí”        Era lo que pensaba decirle a su amigo que le decía irónico “Qué se te ha perdido en las Islas Baleares” era que a Martin le gustaba pasear por La Isla de la Calma, tiempo atrás.

Y se apuntó en una academia para aprender español, quería conocer al resto de la familia y amigos para poder hablar, desde el momento que Isabel le confesó que también le quería y sí, se casaría con él. Salían los fines de semana de excursión o visitando cuevas en diversos lugares, escalando montañas y algún que otro museo, etc.

Martin era ni más ni menos que un trotamundos, al menos así lo definía su padre que era militar del ejército norteamericano, el cual murió pocos días antes de ser investido general. Y él, como buen hijo, había seguido los pasos de su padre. Cuando después de haber visto tanto dolor por el mundo por causas injustas y donde las armas sólo eran una excusa para mermar la dignidad de las personas, pidió el traslado y se instaló en un despacho donde se dedicó a tramitar casos de difícil de resolución.

Ni las idas y venidas por sitios antes recorridos fructificaron, se le había terminado el permiso para quedarse en la isla y debía volver a su país, por un asunto urgente que requería su presencia pues y como hombre de paz, tan sólo él sería capaz de resolver. Marcharon los tres con la esperanza de encontrar el eslabón perdido, aunque a Lucía se la veía preocupada a Margarita le encantaba el viajar, tan sólo Martin iba un  tanto temeroso de partir con Lucía a un lugar tan distinto de donde había residido antes.

Tampoco Lucía tuvo problemas con el idioma ya  que hablaba perfectamente el inglés además del alemán, sólo que con Isabel al ser su esposa no hubo que justificar el motivo de su estancia y con Lucía, para cuidar a Margarita no, pero si para trabajar. Lo primero era saber si podría integrarse, debían hablar con los profesores, para  todo lo relacionado con su sobrina se cuidaría ella y Martin se calló, no sabía cómo decirle a Lucía lo difícil que era encontrar un buen empleo, al convivir juntos sin estar casados. Él quería lo mejor para su hija pero con el dolor que inundaba su corazón se encerró en sí mismo, hasta que el recuerdo se volvió borroso y a su debido tiempo recapacitó.

Después de un año de duelo todo seguía igual, y quince años borrados, muchos, Lucía no había perdido la esperanza en confiar, ahora que a Martin se le veía con ilusión en hacer lo mismo al marcar una ruta, gracias a que apuntaba en su agenda cada noche lo que le parecía más interesante acontecido durante el día en los diversos lugares visitados por trabajo o simple por diversión y que les sirvió de gran ayuda. Pasado el tiempo y aun la sombra revoloteaba entristecida y sin duda había que plantarle cara.

Ninguno de los tres olvidaría a Isabel cuyo amor de madre, esposa y hermana sería recordado imperturbable, he ahí que para continuar la marcha tenía que resolverse el problema de la memoria que obstaculizaba el acercamiento entre Margarita y Martin. Pero no sólo para Martin también para ella, fueron unos años muy felices y que valía la pena recordarlos. Con el espíritu aventurero de Martin viajando por diversos Estados, siendo un magnífico guía y contando anécdotas divertidas haciendo reír a Margarita.   La cuestión era intentar acordarse de lo bueno vivido para no olvidarlo nunca.

Tiempo atrás, un tiempo maravilloso para Margarita, conoció un nuevo mundo cuya novedad era que el saberse diferente no implicada nada malo allá cada cual con sus gustos y preferencias y quizás por eso se adaptó a una nueva vida fácilmente. Ahora y  perdido sólo un curso, con la ayuda de Lucía su paso por la universidad era inminente. Algo extraño que no entendía Martin y era el ¿por qué? de algunas cosas. Si su mente recordaba que aprendió un nuevo idioma ¿Por qué se olvidaría de quien se lo enseñó?

Antes de empezar el curso Martin y su amigo psiquiatra tuvieron una charla con los profesores para ponerles al tanto sobre la pérdida de memoria de Margarita, de lo cual estaban convencidos que se recuperaría y ella les hizo saber que quería estudiar y les pareció bien, mejor mantener la mente ocupada en espacio y tiempo que quieta en el limbo. Al menos eso era lo que pensaban y a los profesores les pareció bien y serían informados en el caso de ocurriera algo anormal durante su estancia en el Instituto.

El otoño estación del año poco amable, recrudecía y Lucía acostumbrada al frío y que le gustaba patinar sobre hielo, se apuntaron a un Club muy cerca de casa y también a Martin que fue jugador de Jóquey le gustó la idea y dos días a la semana le pareció bien. El tiempo no invitaba a pasear y si Margarita no se oponía adelante con el plan. Y sin más surgió el efecto deseado. Los primeros años aun siendo muy pequeña los domingos iban a patinar y poseedora de un talento innato le gustaba hacer piruetas revoleteando sobre si misma enlazando la gimnasia con el ritmo al compás musical.

Pero al crecer la prioridad de los estudios y los fines de semana para ir de excursión y visitar diferentes lugares del planeta, se pospuso y se quedó en el olvido algo bonito del ayer merecedor de ser recordado. Y así fue cuando, iba por la tercera vuelta y un mareo inoportuno la hizo caer y al volver en si a su alrededor veía los rostros borrosos de Lucía y de Martin y ni abriendo ni cerrando los ojos conseguía ver con nitidez y se alarmó, dejándole paso al miedo al sentir a su alrededor una eminente preocupación.

Sabía que la amnesia le retenía en la mente los últimos años, incapaz de despertar con la dificultad por no recordar ni su infancia, y cuanto le dolía en el alma no reconocer a Martin porque según le habían contado que junto a su madre, fue un eje importante en su vida. Se sentía confundida y con un desasosiego inquietante, desde el día del mareo su mente iba a todo galope o quizás sólo fuese el inconsciente que al ir sin frenos le frustraba todo intento de acercarse a algún que otro abismo peligroso.

Toda lógica se argumenta convenientemente, por tanto, la no aceptación será ilógica cuanto más polivalente sea en su definición. Tal vez, con la negación a no conformarse sea la adecuada y en cualquier caso Margarita se sentía en medio de una encrucijada. No estaba dispuesta a capitular ante nadie ni ante nada para recuperar su memoria y con la voluntad necesaria a ello se dedicaría en cuerpo y alma. En la pista de patinaje algo se removió en su mente y motivo por el cual casi despertó. Pero su cerebro seguía intacto, quizás con nuevos intentos llegase a recuperar la parte de la mente donde tiempo atrás guardaba los recuerdos y así poder volver a darles vida.

No cesaría en su empeño y con fuerza férrea nada es inalcanzable. Los recuerdos no se mueren, se guardan y se olvidan porque al rememorarlos renacen de nuevo. Eso era al menos lo que pensaba y esperaba pudiera ocurrirle al calzarse los patines y lanzarse a la pista ilusionada, ante las miradas protectoras de Lucía y Martin se deslizaba sobre el hielo poseída por la música, con el mágico encanto y la elegancia del más bello cisne.

Tiempo atrás, todo era diferente empezando por ella, iba tan ensimismada pensando que al dar un traspiés rodó por el suelo sin poder levantarse, a punto de desvanecerse con la visión nublada se enderezó, pero siguió confusa, primero la mente en blanco incapaz de articular palabra y luego el caos donde las imágenes se agolpaban entre sí. Era la segunda vez que sufría alucinaciones y todo por culpa de su mente estrafalaria, desdibujando forma y color a su antojo con ritual de carnaval. ¿Cómo no sublevarse?

Era la sin razón de ser, intentó pasar desapercibida y lo consiguió, y al momento al ver a Lucía y Martin cogidos de la mano riendo recordó a su madre y a Martin pero no les dijo nada, sabía que su mente era frágil como el cristal. Poco a poco un día tras otro llegaría la luz para iluminar esa parte sombría que clamaba por salirse de la oscuridad debiendo ser a su justo tiempo y deseable sin ningún tropiezo inoportuno. Tal sería prepararse para lo bueno sin perder ni un ápice de valor para lo posible malo.

El presente corría en su contra y empezó su tiempo atrás, recordaba la bufanda de colores que perdió y que Martin fue quien se la encontró y tomaron un refresco en la cafetería y al cabo de unos días volvieron a encontrarse y que Martin aun no hablaba en español y que su acento le hacía mucha gracia. También que al mismo tiempo que él aprendía español también le enseñaba a ella inglés, y que al casarse con su madre al fin tuvo el padre que tanto había deseado y por lo cual se marcharon a vivir a California el Estado Norteamericano donde había nacido, vivía y trabajaba Martin.

“No debo dejar ningún cabo suelto cada pieza del puzle de mi vida tiene que encajar a la perfección y sin ningún contratiempo” era su versión reflexiva, poder dejar en total  libertad a su mente para recuperarse, excéntrica algunas veces y remilgada en otras. Pero siempre intentando ir adelante, no admitía ningún retroceso ni de sí misma, sólo el sí era aceptado cuya condición inexorable era pasar a la normalidad aunque exigua. Latente en cada fibra de su ser y no por eso menos importante en su quehacer diario. Margarita empezaba su recuperación, dolorosa al reconocer la pérdida de su madre pero gracias al apoyo de Lucía que ejercía de médico y de madre a la vez, algo menos doliente y más llevadero como era el caso y cuya ayuda era sumamente importante.

También Martin, siempre dispuesto a lo que fuere por complacerla, al cual le notó un cambio, sobre todo cuando estaban los tres juntos al mostrarse muy ilusionado y feliz. No era nada extraño con tal parecido con Isabel que Martin se enamorase de Lucía “Margarita, tú ya estás recordando… verdad” Asintió con un gesto y una sonrisa.

“Sí, pero ahora estoy contextualizando cada movimiento que doy para no perderme ni tropezar con algún eslabón suelto y creo que lo mejor es allanar el camino sin prisa pero sin pausa, por donde pisar de nuevo. La vida es una carrera de obstáculos y debo de aprender a sortearlos y no siempre os voy a tener a vosotros para levantarme, así que estoy decidida a echarle valor a mi futuro como querría mamá y a no desperdiciar nada interesante que me ofrezca la vida y sin más que exponer, voy a por todas”

“¡Papá te pido disculpas! Antes de decir que empezaba a recordar debéis saber que los recuerdos en mi mente se entremezclan unos con otros y hasta que no llegue al punto de inflexión debo aprender a controlarlos. ¡Ah! Y no quería sólo un padre, yo quería un padre que continuara la labor que empezó el mío y que tú has llevado a la perfección”

 “Qué curioso las tres han sido cortadas, según parece, por el mismo patrón”, se dijo a la par que, sonriendo para sí Martin, lo orgulloso que se sentía de aquellas mujeres y si bien él las adoraba no recibía menos de ellas, cuyo motivo era el sentirse afortunado. Si ellas eran felices él también lo sería porque la felicidad es contagiosa y no se debe desaprovechar en ningún caso la buena suerte, aunque efímera, para facilitar toda ocasión de ver la vida de manera positiva donde disfrutar cada ráfaga de optimismo.

Y se apresuró a marcar una nueva ruta, intentando no repetir ningún lugar para que Margarita no pudiera rememorarlos con Isabel entristeciendo el viaje, siendo mejor buscar en sitios donde no habían estado nunca y así poder hablar en cada viaje con naturalidad, y la normalidad se hizo patente al equilibrar tristeza y felicidad por igual. 

Lucía era feliz, después de resquebrarse su matrimonio cuyo resultado fue que no se querían lo suficiente para seguir juntos y de común acuerdo se divorciaron y se cerró una etapa de su vida sin pena ni gloria. Pero si sintió la falta de amor como un gran fracaso en su vida y ahora miraba el futuro con optimismo, después de haber perdido a Isabel y ya pasado el luto de los dos primeros años y haber recobrado su sobrina la memoria, su corazón empezaba a latir de nuevo pero con evidente miedo.

Martin le había pedido que fuese su esposa ¿Y si se casaba sólo para acallar habladurías al vivir bajo el mismo techo? No tenía respuesta ni aun cuando su felicidad pendía de un hilo. El hilo quebradizo del amor, también Martin había pasado por lo mismo en su matrimonio un divorcio y un adiós y donde sólo le quedo un gran vacío.

Por eso, cuando conoció a Isabel se enamoró de ella con tanta ilusión que más parecía un adolescente que un hombre hecho y derecho. Hasta que el fatal desenlace se la arrebató para siempre. Sumiéndole en una profunda depresión y gracias a motivarse para ayudar a su hija en su grave estado de amnesia, salió del sombrío pozo.

También Lucía lo conseguía, y no sólo alentándose a sí misma, ya que su esfuerzo era recompensado día a día, contagiando el ambiente y donde el tesón envuelto en amor llegaba inmerso al corazón para ir cicatrizando, aunque lento, las dolorosas heridas.

Martin se dio cuenta que Lucía era algo más para él y no estaba dispuesto a perderla. Tenía que disipar toda duda pertinente y sería ofrecerle a compartir un sinfín de cosas. Y sobre todo el de no aburrirse, él nunca admitiría en su vida el aburrimiento como tal y con tanta belleza natural a descubrir para ser admirada, menos aun.

Lucía era su musa particular capaz de levantarle el ánimo, debía aprovechar la suerte de tenerla cerca aunque bajo un halo de confusión al temer un nuevo fracaso en el amor. Quizás la convenciese a decidirse su espíritu de hombre indomable con su excepcional voluntad insumisa pero en cualquier caso incuestionable y leal.

Optimista en cuanto a su futuro y aunque la vida le había golpeando duro, ahora tenía ante él la mejor carta en tanto que ingeniosidad suficiente, para jugar y ganar. Martin era un hombre de paz en un país donde las armas no descansan y era admirado como un guerrero intentando ganar batallas perdidas de ante mano, por eso cuando llegaba la noche necesitaba un hombro donde reposar. Isabel consiguió hacerle desear llegar a casa feliz, pero ella ya no estaba ni volvería a estar y que tanto le costaba admitirlo.      

Ahora tenía ante sí un gran reto, un nuevo hombro y no tan sólo donde reposar, para encarar la vida de frente, seguro que ambos lo conseguirían. Todo era cuestión de no esforzarse en vano, la familia lo más importante siempre, lo primero y en el centro Margarita como principio y fin ya que en su última visita el médico le recomendó prudencia porque cada lesión en el cerebro es totalmente diferente una de otra, al ignorarse cual podría ser una respuesta real y equitativa ante un nuevo trauma.

Martin y Lucía se casaron en Mallorca, pudiendo asistir a la boda tanto familiares como amigos de Lucía y a la que asistirían la ex de Martin y el ex de Lucía con sus actuales parejas, algo poco común luciendo el evento un natural aire de modernidad mágico. Como era de esperar la magia en las islas presente desde tiempo atrás, ya sea en las montañas, cuevas, etc. y cuando hace su aparición no se percibe nunca al momento.

Nadie sabe la clave del magnetismo prodigioso y fascinante donde “Pedres Màgiques” de la isla ruedan escurridizas y seductoras en su vaivén en pos de las olas mar adentro que al unirse con las “Pedres Ancestrals” de la Costa catalana ya se convertían por obra y gracia en un encanto especial atrayente desde siglos atrás, y el motivo para Martin al presentir sus encantos tanto en la montaña como en el mar, para volver a Mallorca.

Cuando se casaron Isabel y Martin no tuvieron Luna de miel porque Margarita era muy pequeña, pero ahora era diferente y tía María les aconsejó el hacer un viaje por la Península, como a Martín aún le quedaban ciudades por conocer españolas y antes de marcharse para América sería apropiado para una Luna de miel y la cual tenían bien merecida, bueno sería pasar unos días de asueto, para de nuevo encarar el día a día.  Era todo como debía de ser y motivarse para vivir tan necesario como el respirar.

Y así fue, pero no sin antes hablar con los amigos de Margarita para que estuvieran al tanto de lo que pudiera pasarle, no queriendo alarmarles pero no debía estar sola en ningún momento. De todas formas hablaban todos los días por teléfono. Martin y Lucía regresaron a Mallorca y se les unió Margarita para ir a explorar las islas cuya afición de amar la naturaleza y admirar sus bellos paisajes lo aprendió de Martin.

Tuvieron que acortar las vacaciones debido al trabajo de Martin también los estudios de Margarita precipitaba su ida y solamente Lucía gozaba de libertad hasta que al contestar a varias ofertas de trabajo tenía que decidir cuál de ellas sería la mejor. Imprescindible presentarse en persona, al ver llorar a tía María le prometieron que se cuidarían y volverían lo más pronto posible a su tan añorado particular “Bell Paradís”. Tanto para degustar la variedad y sabores de su isla como poder deleitarse nadando en sus playas de aguas cristalinas. Y se despidieron compungidos con cálidos abrazos.

Restablecida Margarita, empezó la carrera de psicología, su ilusión era ser militar, pero después del accidente y debido al cual desaconsejaron su entrada en la Academia por su dureza en formación física. En cuanto a Lucía, después de una estricta entrevista entró como psicóloga en el mismo Centro que Martin en diferente sección, pero con mismo horario, ideal para aprovechar cualquier ocasión de estar juntos más tiempo.

Volver a la normalidad era gratificante para devolverles a la vida, pero sin olvidarse de que Isabel siempre estaría en el corazón por igual de los tres. Y aunque la vida va a la par con penas y alegrías, las penas tanto mejor frustrarlas y las alegrías saborearlas para regocijarse en ellas. Era lo que hacían, disfrutar cada momento irrepetible donde   la mente llenaba su perfilado espacio con templado fluido de felicidad. Para Martin la huella del amor fue esencial para proseguir en su andadura cuya nobleza vital clamaba, en su corazón seductor y dinámico, por ser íntegro refugio de lo vivido ya tiempo atrás.

Y aquel trotamundos indomable de espíritu aventurero y hombre de paz excepcional nieto de almirante, cruzó mares, océanos, hasta que encontró el amor en un paraíso. Donde el sol ilumina mañanero… y anochece con estrellas y luna… decorando su cielo!

ELISABET

No, no era una princesa, però sí la reina de ca seva.

Avui complia set anys, era el seu dia, i se sentia feliç!

N’ Elisabet s’esmerà i es vestí de gala. Sempre atenta

al que el seu mirall li tornés, la imatge amiga, on es veia

al fons de si mateixa, perquè ella, coqueta i presumida,

apuntava maneres i no de bades tenia a qui assemblar.

Per darrer cop es plantà davant el mirall i assetjà un bell

somrís. Intentant no pensar amb els seus dos germans

bessons, en Dennis i n’Adam. Eren, al manco per ella,

el terror personificat. I, encara que els estimava molt, estava

més que cansada de les bromes i brometes que li dedicaven

sempre, encara que carinyosament.

-Quina la me faran avui?

Sens dubte llesta ho era; podia competir, però, sola contra

dos sàdics, impossible de guanyar cap batalla dignament.

Va fer una entrada digna d’una princesa, tan somrient, més

encantadora impossible puix no era convenient notessin que

anit passada li havia caigut una dent i li amarguessin la festa.

Asseguts al voltant de la taula del menjador, els quatre avis,

pares i padrins de font, la tieta amb el seu cosí, en Joan, que

junt amb en Dennis i n’Adam la feien tremolar bé i no de fred!

La reberen amb un fort aplaudiment, i acomodada davant de

la tarta amb les set espelmes ja enceses, li cridaren tots a una:

“Pensa un desig?”.

Aclucà els ulls i amb tota finor i força apagà les set espelmes

d’un cop mentre li cantaven, a cor, l’aniversari feliç, cançó

coneguda de gom a gom destinada a tal eventualitat en el món.

“Com m’he deixat embaucar” -encara plorinyava- “I s’han divertit

bé a costa meva: Acosta’t més a prop, què hi ha aquí? -Paf, i es nas

m’ha quedat empastissat de xocolata i nata; i ses fotos no menten,

quan he obert sa boca s’ha vist ben clar que m’havia caigut una dent”.

Ella ja sabia que la cosa acabaria malament si se sabés això de la

dent i així ha estat, tots se n’han rigut.

“Però, així i tot, em faig saber a mi mateixa” -sempre parlant amb

el seu mirall- “sa sort que tenc de tenir una família que m’estima.

Crec que ja és hora d’aprendre a acceptar cada broma de bon tarannà,

i fer com si res no hagués passat”.

En Dennis i n’Adam no es lliuraren de la reprimenda dels pares,

molt enfadats, sentint plorar desconsoladament a la seva filla.

I fins i tot els avis defensors de causes perdudes els varen donar

una llarga estirada d’orelles i fent-los saber que tenien una

germana molt maca que no es mereixia tenir uns germans com ells,

a més d’incorregibles, dos polissons!

Mentre intentava dormir, el toc, toc de la porta la va deixondir:

“Mos perdones? Quan mos sentim feliços pensa’m que també

tu ho ets!”

N’Elisabet contestà dubtant i marcant cada síl·laba:

“Bo-na nit! Es-tau per-do-nats!”

I s’adormi recordant el desig que havia demanat. Però d’altre

pensament li rondava pel cap: Qui es diverteix? Sols els qui fan

les bromes? Perquè qui la rep la pateix.

“No li veig per cap lloc la gràcia; ara que no som petita m’hauré

d’espavilar i pensar en la revenja dels grans moments de felicitat

que em donen els meus dos estimadíssims germans!

LA PRINCESA REBEL

Sheila era una Princesa rebel, filla d’un rei del Llunyà Orient que era molt estricte quant a normes. Tot el contrari que son pare, a Sheila no li agradaven gens les normes i, per més que el Rei imposés la seva voluntat, la seva filla no en feia cas i sempre anava a la seva. Fins que un dia, enfadat, el Rei va decidir castigar-la. Durant  una setmana havia de pujar i baixar els 100 graons de la torre del castell si volia menjar, puix a dalt sols hi havia un colomer.

La pobra Sheila era castigada pel capritxós del seu pare; això era el que pensava la Princesa rebel.

El primer dia s’avorrí. El segon dia començà a cavil·lar què fer per no avorrir-se. El tercer dia, d’amagat, va pujar llapis i quaderns de dibuix per aprofitar la bella vista panoràmica fent diferents esbossos per enllestir, potser, una obra mestra pintant a l’oli la seva ciutat.

La Princesa rebel admirava tant les arts que li agradaven totes.

Els coloms foren els privilegiats el quart dia, dibuixats uns al vol i picotejant d’altres.

El quint dia va escriure un poema, malgrat ningú la sentia ni veia, el qual començà recitant i acabà cantant.

El sext dia, tocava la dansa però sense música es fa tan difícil ballar que, per no perdre temps, es conformà amb una coreografia.

El sèptim dia, ennigulat i fredolec com el seu cor, li va dir al Rei el què volia: estudiar música, art dramàtic i també arts plàstiques.

El rostre del Rei era un mapa acolorit, i no aconseguí articular paraula fins que digué enfadat: “Desprès de vuit dies castigada, sentint-me un mal pare, tot per dir-me que vols esser artista!”

Temorenca, la Reina intentava calmar el Rei sabent el que volia Sheila era el que ella hagués après, sent abans impossible dur-ho a terme sense el Reial consentiment dels altíssims magnats.

Un halo de tristor envoltava el castell cobrint el vel emocional.

El xiuxiueig no aturava per més que el Rei va ordenar al servei que deixessin de murmurar; no li feien cas, perquè estaven de part de la petita Princesa, perquè ballava i cantava com un àngel i tots tenien dibuixos d’ella, i no senzills, perquè els dibuixava sempre entre constants moviments, donant una nova i alta dimensió artística.

Amb al murmuri que arrossegava a l’esquena el Rei digué “Prou!”, ordenant que li contessin el que sabien de la seva filla i ell no.

“Majestat! Quan la vostra filla balla qual màgic encís encanta!”

“Majestat! Tan dolç canta la bella Princesa que mals espanta!”

“Majestat! Els dibuixos fets per la petita Princesa són la més bella obra d’art traçada i d’altre no he vist millor!”

“Vaja! Tenc una filla que tot el que fa, segons pareix, ho fa bé! Menys creure’m!”. El Rei acabà la frase amb tal ric-rac que les vidrieres i els cristalls del llum que penjava del sòtil xisclaren.

“Només em mancava aquesta; un Rei no pot claudicar i s’ha de fer respectar. Però com?”

De totes les respostes que li venien a la memòria cap era congruent amb el seu estat anímic, per tant, hauria d’investigar sobre la seva filla si volia esser equitatiu.

No un pare capriciós ni obligat a fer tot quan volia la seva filla.

El desconcert en el castell era notori, tant per dins com per fora, des d’on s’intuïa totalment inequívoc un vacil·lar malairós.

El servei del castell en vel·leïtós silenci hi traginava cap baix d’aquí cap allà agombolant qualsevol dificultat immediata.

Tot i que semblava descoordinat, cada passa infortunada d’algun membre de la reialesa era corregida amb prestesa, fent invisible tota manca de concordança dels senyors de la il·lustre fortalesa, on s’enclaustraven sota normes arcaiques i extravagants les famílies Reials i la noblesa aristòcrata des de segles enrere.

En un moment de calma en què Princesa rebel estava asseguda a un pedrís del jardí, entornant ulls admirant una bella i genuïna posta de sol, al seu costat s’hi va asseure el Rei, i li va dir: “Sé en què penses filla meva. Sé que ara no ets feliç i quan la tristesa amarga la vida… I no et parl com un Rei; som un pare que vol veure riure de nou a la seva filla. Discretament podràs rebré la formació escollida. Però no oblidis mai el nostre deure de fer les coses ben fetes”.

Sheila s’abraçà al seu pare per donar-li les gràcies i per fer-li retornar les ganes de viure i recobrar la felicitat, la qual duia un temps extraviada entre les parets del castell. Esser feliç no és un estat vital permanent. La vida és com un pèndul oscil·lant que va i ve i no sempre fluid i compassat, però intentar que no perdi l’harmonia és primordial. Sheila ho sabia bé i va decidir  renunciar a tota rebel·lió per tal de no equiparar-la a la nova vida.

A la fi els habitants d’aquell turó respiraren tranquils. Encara que no tenien massa confiança en una convivència duradora i el seny que tan bell lluïen, dia a dia, s’havia de demostrar tant pel Rei com per la Princesa, per no fer fútil l’allunyar tristesa.

Sempre a l’aguait, no fos cosa que de sorpresa es capgirés i s’anés embullant per retornar al mateix punt de partida sense dissoldre el desassossec que anul·lava tot vestigi de felicitat.

Passat el temps, la Princesa acabà els estudis amb excel·lència. Tant el Rei com els seus súbdits gaudiren de les excel·lències de la Princesa convertida en una bella dama, al ser essencial la seva presència en cada acte cultural i des d’on era aclamada per tothom. Fins que un dia el Rei rebé un missatge d’un rei amic dient-li que el seu fill Ramir volia conèixer la Princesa Sheila, quan s’assabentà del virtuós magnetisme que posseïa per les arts.

Ramir era un príncep simpàtic i ben plantat, esportista i amant de les arts. Fill del Rei amic del pare de Sheila qui, veient el seu fill amb poques ganes de formar una família, tan notòries, es va decidir enviar un retratista per fer mostrar-li una imatge de les princeses casadores, a veure si reaccionava amb alguna d’elles.

Ni una de les sol·licitades s’oposà, especialment quan admiraven primer els retrats del propi príncep, que havien estat fets a consciència i eren magnífics. Excepte Sheila. Avesada al tracte amb actors atractius, sols li va donar una ullada als retrats i poc més.

Molt al contrari succeí a Ramir, que quan més mirava la imatge de Sheila més li agradava. Sol·licitant el permís per emmarcar a tan bella dama i poder admirar-la a la seva cambra; inquietant era tal complaença. El Rei no ho tenia clar i no va obrir boca, perquè esperava que Ramir li fes qualque comentari com a introducció a la conversa pendent que tenia amb el seu fill sobre els retrats de les belles princeses, i ,com semblava, Sheila havia fet diana en el seu cor.

El pare de Ramir recordava el que li havia dit el pare de Sheila: “La meva filla és especial en quant a la seva persona, esplèndida  amb el tracte del qui considera amic i enemiga de la parentela”.

Quin missatge amagaven les paraules del seu amic respecte a la seva filla? Quan va veure a Ramir tan il·lusionat amb el retrat optà per no dir-li res del que sabia, mal fos un risc l’anar sense favoritismes seria en si sorprenent i, com aventura, interessant!

El príncep Ramir es va presentar com un actor i volia triomfar, cosa impossible en el seu país. Per això es decidí a provar sort a un altre país del qual era entusiasta pel gran nivell cultural.

La rebuda de Ramir fou insuperable… per part de les dones. Però en subtil recel respecte els homes, que el veien massa perfecte quant a les habilitats necessàries per integrar-se al grup, i d’on  en sorgí catalogat com intrèpid i atractiu per ser primer actor.

I va arribar el dia de la presentació de la companyia, ja repartit el gruixut aplec de fulls del paper que s’havien d’aprendre els actors. El director es va donar a conèixer, instant als altres a fer el mateix i, finalment, fou Ramir qui els digué: “Em dic Zoel. No som nadiu d’aquest preciós poble, però tampoc no em consider estranger, puix ma mare m’ha ensenyat la seva llengua, que és la vostra, i la parl perfectament”

“Ara podré fer el meu somni realitat i gràcies al virtuós Zoel”. Era el director que va concretar amb paraules, el que era el  poder realitzar el gran somni de la seva vida, de fer una obra de teatre d’acció, musical i divertida. Destinada al jovent que catalogava al teatre d’avorrit, tal de fer amants de la cultura.

Sheila, atenta a tot quan es deia, seria l’actriu principal i, per tant, Zoel seria la seva nova parella, dins l’espectacle. Vuit dies descansant i tot semblava capgirat. Però li agradava moltíssim tal canvi.

Eren a la primera prova d’una escena d’acció, cara a cara. Els protagonistes no havien de mostrar-se complaents en cap cas per una enemistat existent, anys enrere, entre els dos pares.

“De veritat, digueu-me, què passa? Pareixeu uns nuvis a punt de donar el sí. Això només pel final!” Deia el director, enfadat, a la quinta repetició de l’escena, i sobre tot quan s’entrecreuaven mirades.

“Demà descans i pel pròxim dia vull rostres infeliços, amargats”. Va bastar poc per dir-los “com el meu”, però callà pensant que podria ser un magnífic final amb Sheila i Zoel fent tan bona parella, i que tenia l’èxit assegurat. Empastaven la veu meravellant a qui escoltés el bell so. El director sabia les qualitats que posseïa Sheila sobre l’escenari i del que era capaç, però encara ignorava la gran capacitat de Zoel, qui era portador del màgic imantí que atreia a la gent.

Rere de les bambolines i sols al principi de funció, males cares.

El Rei pare de Sheila i el Rei pare de Ramir, amb seients a l’última fila, entraren al teatre amb els llums apagats i tal qual sortirien.

Assaboriren l’obra il·lusionats sense poder aplaudir als seus fills havent de sortir del recinte sigil·losament per no ser descoberts.

La satisfacció era tan grandiosa que no hi cabien en si. Van brindar pel futur dels fills oblidant-se que el que passava a l’obra era pura i total ficció, on els seus fills sols interpretaven un paper.

Bon vespre!” Saludaren Sheila i Ramir amb una reverència teatral i exagerada als Reis. ”Senyor! Teniu la filla més maca que els meus ulls sortosament han pogut bell contemplar”

“Vaja! Veig que la poesia l’uses com una arma emocional” Ho digué el pare de Sheila al que hi afegí el pare de Ramir: “Fill meu! Jo que et conec em crec que cosa duis tramada i que esper ens faceu mereixedors de la vostra confiança”

“Durant els mesos que hem assajat l’obra, sempre junts, ha sorgit una relació d’amistat i fins aquí, res més a dir”. Els dos Reis es van mirar desprès de l’afirmació de Ramir per fer com si res del que s’hagués parlat no fos de vital importància, recordant aventures viscudes temps enrere.

Aprofitant la bona harmonia entre els Reis i amb permís Sheila mostraria la col·lecció de dibuixos al seu bell Zoel.

Se’l varen creure quan Ramir digué que sols eren amics, i la idea va sortir de Sheila, al actuar junts tendrien temps de fer i desfer i d’anar i venir com si no-res i sense cap intrús.

El que no li havia dit el pare de Sheila al seu amic, era que la seva filla tenia memòria fotogràfica, i sols un cop d’ull li bastava per recordar el que havia vist i per tant Ramir no va aconseguir el que volia, enamorar a la Princesa Sheila.

La bella Princesa no s’enamorà del Príncep Ramir, però sí de Zoel, l’actor de l’obra que interpretaven junts. Des del primer dia sabia qui era, malgrat que ell intentava esquivar tot intent  de fer-lo confessar qui era en realitat. Sheila sabia que tenia  un retrat seu, per més que s’ocultés rere un nom anònim, el traïa la mirada amorosa que ella rebia com un dolç bàlsam.

“Llevat dels primers plans, la resta una odissea formidable” Eren les paraules del director tot jutjant la interpretació tan d’actors com de figurants, vestuari, perruqueria i altres que intervenien en cada escena sabent des d’on podien millorar.

Sheila li havia contat, amb la condició que no ho fes públic, qui era Zoel. El director sabia com les gastava el Rei amb la seva filla, però el divertia l’esforç de Zoel, ocultant en les escenes amoroses i pujades de to, el seu amor per Sheila.

Quan Sheila li va dir que s’havia enamorat de Zoel, no del príncep Ramir, el Rei no aconseguí entendre a la seva filla. S’alliberaren fronteres, modernitzaren la Reialesa desfent models opriments al fer del castell un Monument Històric i no en una estança familiar entre penombres depriments.

La Princesa rebel aconseguí tot quan es va proposar i més.

Que tot amor immers en mars de fantasia… exultés màgic!

EL TÍO CASCARRABIAS

Era una chica vestida de monja, toda de blanco de la cabeza a casi los pies, pero le delataban los zapatos rojos y el esmalte rosa de sus uñas. Y a José, que era el más listo de la familia, eso no podía pasarle inadvertido, no, de ninguna manera. ¿Quién era aquella muchacha? Volvió a mirar, y vio su bella sonrisa malévola, donde un diente parecía querer dar un paso al frente con rebeldía.

Optó por disimular sus ganas de reír dándole a entender que aún no la había reconocido y así seguir investigando con toda tranquilidad, motivo por el cual ahora se encontraba ante su prima. Hacía tantos años que no la veía, que se creía que Isabel seguía siendo una niña. Y ella era la única interesada en liar las cosas para quedarse con la casa del tío Juan donde nació y a quien cuidaba con tanto esmero. Bastaba mirar a su alrededor, aquel jardín tan bello parecía el mismo paraíso. Recreó la vista y leyó el título del libro que yacía entreabierto, Don Juan Tenorio, y ante él tenía a Doña Inés recitando el texto, aposentada sobre el banco de piedra que tan buenos recuerdos le traía. Y con estudiada sonrisa se plantó ante ella dando lugar que al mirarse ambos a la vez, ya las carcajadas vibraron a dúo, y sin darse cuenta estaban abrazados recordando que eran primos lejanos. ¿Y acaso no se merecería Isabel ser dueña y señora de tan lindo edén?, y ¿por qué no también de su solitario y palpitante corazón?

Había oído hablar a su madre sobre las virtudes de su tío, al cual le atribuía poderes de adivino. Ahora se daba cuenta que los tenía de verdad; él fue quien tramó el plan de legarles media casa a cada uno, sin opción a venderla, para así obligarlos a convivir juntos, sólo una temporada, para que de nuevo surgiera el encanto mágico que, observó siendo niños, poseían ambos al estar juntos.

¡Gracias! Una y mil veces repetía, delante de su tumba, la única palabra que acertaba a pronunciar, al recordar con cariño al viejo con mal genio llamado el tío Cascarrabias. Él, que parecía vivir en un mundo irreal, sin embargo, ni por
un momento en su larga vida olvidó el mundo real. Bien acertó, ya que de vez en cuando conviene darle al amor, por si acaso yace adormecido, un empujón.

¡MISIÓN CUMPLIDA!

El viento acaricia mis mejillas y, paso a paso, llego a la meta, se rompe la cinta al contacto y mi cuerpo salta alegre. El cansancio nubla mis ojos, apenas distingo a la gente, a todos los veo igual, hombres, mujeres, sólo multitud. Quiero enderezarme, erguirme y no puedo. El aire me alivia y me recompensa. No siento las piernas y un grato halo me envuelve tan ligero que me desmayo, pero… ¿qué es la inconsciencia? Se está tan bien en ella.

Me despierto feliz, perdida la noción del tiempo, segundos, minutos, pero nadie a mi alrededor es capaz de decirme, con exactitud, el tiempo que he permanecido desvanecida. ¿Acaso importa? Las felicitaciones se suman y los abrazos se multiplican, y feliz me uno a la fiesta a representar mi papel. Y como heroína ganadora me pregunto: ¿habrá valido la pena el esfuerzo?

¡Para mí, sí! Después de haber estado meses sin andar y creer que nunca
volvería a hacerlo. – ¿Sólo un milagro hará que su hija vuelva a andar? Cuan crueles palabras oídas por una adolescente, postrada en una cama inmóvil.

Yo nunca vi llorar a mi madre, me bastaba con ver su rostro y sus ojos que me rehuían cada vez que estábamos frente a frente. Y en este momento, ya sí puedo distinguir, perfectamente, a la señora que se acerca llorando; es mi madre y ahora sí deja que la vea llorar. Y aunque ella no comprende del todo mi sacrificio, después del accidente, ya que prometí que si algún día volviera a andar, ella lloraría, pero, de felicidad y ha valido la pena. ¡Misión cumplida!

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Amèlia Llull

BON NADAL

¡Mamà, en el súper hi havia un taulell ple de barres de torró, i una torre del de xocolata crocant, sí, aquell que mos agrada tant a noltros! -era en Joanet que callà en sec quan veié la cara seriosa de la seva mare i l’afirmació de la padrina: -Vaja! Sí que en tenen de pressa aquests. Segur que si seguim així celebrarem Nadal per Sant Joan i fora fred, tothom tan campant, i mira per on Joanet, quin dilema, tarta o torró? Recorda que vas néixer el dia del teu sant.

Pobre Joanet, ell que emprà la meitat del temps a recórrer el camí que tenia per costum de fer, i tot per donar el que a ell li semblava una bona notícia i la cosa no pintava bé. Deixà el pa damunt la taula i s’encaminà directe al seu quarto.

No tardà molt a sentir que el cridaven per dinar. Cap baix com si l’haguessin castigat es va seure modoset sense dir res. Sabia que el que li havien dit no era tot el que havia de sentir, tant per part de l’una com de l’altra, dels coverbos sobre que si els nins són bons al•lots el Pare Noel o els Reis Mags fan acte de presència amb regals segons el bon comportament durant l’any. Però per si de cas, com que Nadal era ben a prop i en Joanet se sabia ja la lliçó, silenciós va dinar, emperò, i vet aquí que a les postres la padrina, mirant el seu gendre, digué: -Me pareix que en Joanet ha de dir-te una cosa, fill meu, i no sé què ha vist que ha vengut atabalat i més aviat que de pressa. ¿O és que venies volant? -Hi afegí preguntant al seu nét.

-¿Què ha estat això fill meu? -li digué son pare rient. -Sé que és una cosa que mos agrada molt a noltros dos. Mem si ho endevines, ¿tu i jo hem fet bonda?

En Joanet s’aixecà de la taula i abraçà un per un els comensals tot somrient, i assaborint el torró, per qualque cosa pare i fill eren els xocolaters de la casa.

-Quin fred que fa! No falla. Cada any per les Festes es presenta i sense estar convidat -digué en Julià que hi afegí – I a l’hivern, pluja, vent i neu!

El temps sempre dóna peu a qualsevol conversa i en Julià i na Maria s’havien quedat dins l’ascensor, aturat per un llamp que havia caigut sobre un pal d’electricitat deixant a les fosques la finca i part del carrer.

-Això és cosa de bruixes! -pensà per si mateix en Julià.

El silenci es va fer sepulcral.

-Mira que quedar a soles amb na Maria i no esser capaç de dir res de ses nostres relacions desafortunades per un mal entès.

De sobte, s’encengué la llum i amb un so estrident es posà en marxa el mecanisme de l’ascensor funcionant amb tota normalitat i prestesa. Varen sortir tan ràpid que ni es varen mirar. Quant de temps s’havien quedat aturats? A en Julià li semblà una eternitat; tant que es va quedar mut. El cor li anava a mil per hora, i tot per culpa de la seva estimada Maria.

-S’ha acabat! Ja és ben hora de posar el punt sobre la i desfent la malifeta.

Es dutxà, es perfumà i s’enllestí. Quasi no pareixia el mateix d’abans; tant s’havia esmerat que de veritat ja no era el mateix, bastaren uns minuts per fer-li entendre que no valia la pena seguir de morros amb na Maria quan ella era el més valuós que tenia i de cap manera la voldria perdre. La floristeria estava plena de gom a gom. Ell, que no era gran entès en regals superficials com eren les flors i totes li agradaven, deixà gustós que l’aconsellessin. El ramell era preciós, tant que quan es va veure a la columna mirall, arrufà el nas i tancà els ulls. -Tot bé, serenitat! -es va dir.

I partí a l’encontre desitjós, sabent que per Nadal l’amor flueix a cabals.

-Ning-nang, ning-nang! A toc de campanes, la gent abrigada, amb guants i bufandes sortia de matines. Havien anat a escoltar La Sibil•la, cosa que feien cada parell d’anys a la Seu, i tot seguit anar a Can Joan de S’aigo, a prendre una tassa de xocolata amb l’ensaïmada corresponent, com cal prendre tot bon mallorquí, i no perdre’s el bon gust de seguir les antigues tradicions culturals.

Això era el que Na Maria i en Julià feien, ja per costum. Per ells era com un ritual i, any rere any, deixaven el seu fillet amb els padrins, la Nit de Nadal, que per a ells era màgica, tant com el llamp que els deixà dins l’ascensor, sols i encara que les paraules no fluïren va ser el fil conductor que els enllaçà l’amor al vol.

-Hola! -eren els veïnats, en Joanet amb els pares i la padrina, asseguts bé davant d’ells, els saludaven somrient, tot i que a en Joanet se’l veia tan feliç.

-Ho han fet molt bé tots. Quina monada i que canten de bé es nostros nins! -deia sa padrina orgullosa mirant a en Joanet. -Saps que ho has fet de bé!

-Padrina, saps que en el solfeig un silenci és una nota molt important i que si la saltes desentones. Jo passava pena però a la fi no m’he equivocat.

-En Julià i na Maria es miraren al recordar el llarg silenci, en què els envoltà una Nit de Nadal, fent-lo necessari per poder seguir el ritme de la simfonia de la vida, no oblidant que els silencis, com deia en Joanet, eren importants.

Sortiren junts i s’encaminaren directe cap a cases. Matinada de Nadal, les dones estarien ben enfeinades amb els preparatius de la festa i amb qualque convidat que segur no esperaven i que s’afegiria a la darrera hora i on l’amor de mare es fa visible amb els preparatius dignes d’admiració.

¡Bones Festes i Bon Any! … ¡Exultant Felicitat!

S’ELEFANTET I SA TORTUGA SÀVIA (Conte dedicat a Joan Miquel Valero)

Caminant es bellugava un elefantet petit
mentre una tortuga sàvia se li travessà pel bell mig.

Elefantet: Vaja! Cap on vas tortugueta? Jo aniria més aviat,
perquè tan a poc a poc, segur, molt lluny no arribaràs.

Tortuga: Som una tortuga sàvia rodamón sense destí,
vaig i vénc, ningú no em fa es comptes, sempre és bona hora per mi!

E: Sí que tens sort tortugueta, jo a escoleta me’n vaig “pitant”;
es mestre em posa falta i em renya quan arrib tard.

T: Quina enveja que em fas! Aprendre a escriure i a llegir!
Encara que em veus menuda ja molts d’anys en som complits!

E: Arreveure tortugueta!
T: Adéu! I recorda sempre que també s’aprèn jugant.
Escull bons amics i amigues, siguis nin, nina o petit elefant.

Com amics s’acomiadaren evitant riscs, perills,
veient s’anciana tortuga a s’elefantet gegantí!

I es tornaren a trobar, va ser obra del destí,
sa tortuga i s’elefantet, sense son de bon matí.

E: Uep, bon dia tortugueta! Avui però no faig tard,
sols corr per estar en forma i a pares i fills alegrar.

T: Bon dia a tu, saltimbanqui! Per fer feliços es nins
encimbellant cucaveles amb es pallassos des Circ.

E: Ja veus si en tenc de sort, però jo l’he anada a cercar,
perquè no he perdut es temps malgrat m’agradi molt jugar.

T: No hi cab en mi d’orgullosa de tenir-te per amic,
creu que entretenir al•lotets no és gens fàcil ni senzill.

E: Arreveure tortugueta!

T: Adéu! I no oblidis mai que qui escalfa felicitat,
màgic encisarà, sigui nin, nina o petit elefant!

I tan campants seguiren cada qual pel seu camí,
potser es tornin a trobar, mentrestant posem-li fi.

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